Las elecciones gallegas, una vez más, como nos pasó en las autonómicas y las municipales en Andalucía, impulsaron la falsa ilusión de freno a la derecha y, aunque fuera por la mínima, provocara una victoria pírrica de último minuto, como sí sucedió en las generales de julio. Ya soñábamos con un Feijoo hundido en la miseria, cuestionado e insultado por unos centenares de ayusistas en su propia puerta de Génova, aupados por titulares bestiales en los medios dopados por los pingües presupuestos publicitarios de las comunidades autónomas peperas. Isabel enfrentada con Juanma, el partido dividido, ardiendo y al borde del abismo, los liderzuelos segundones contando billetes para inclinarse por una u otro según convenga para los próximos tres años. Anoche, nos caímos de la cama, y con el dolor del golpe en la cabeza, despertamos del sueño, que resultó ser pesadilla.

El PP, a pesar de tener todo a su favor, dineros, apoyos empresariales y financieros, coyuntura, medios, incluida manipulación de la TVG, todo, se mantuvo en votos y bajó en número de diputados, sin embargo, ha mantenido la mayoría absoluta. Su gestión ha sido nefasta, el caso de los pellets, entre otros, significativo. Las corrupciones y promesas incumplidas, así como los giros en la campaña, incluida la metedura de pata de su líder supremo, no parece haber sido decisivos en el apoyo electoral. El intento de españolización de las elecciones, amnistializándolas, satirizándolas con ese meme absurdo de BNG-Bildu-ETA y convirtiéndolas en revancha ridícula de las generales, tuvo que modificarse unos días antes. Pero nada de eso, ni nada imaginable, parece que hubiera cambiado el voto de ese 47,35% (699.896 de 2,7 millones de habitantes que tiene la comunidad, paradojas del sistema electoral). Igual pasaba con el PSOE en Andalucía hasta no hace mucho y ha pasado con el PP de Moreno Bonilla en las últimas elecciones.

Hay quien alude al carácter tradicionalista de Galicia, al clientelismo del partido allá, al buen hacer y gestión de una legislatura tras otra, al tirón de un mesiánico Feijoo (reencarnación de Fraga) y a otras causas más o menos circunstanciales, pero lo cierto es que también hubo un gobierno de izquierdas, que en las generales los resultados allí no han sido tan buenos para el PP, que el conservadurismo no ha beneficiado a Vox, como en otros lugares, y que los ejemplos de mala gestión y corrupción son abundantísimos, por no hablar de los desaciertos de don Alberto. El PP se ha beneficiado de una tremenda ola reaccionaria que recorre estos momentos de la historia política. La que hace que el foco de atención y acción se haya escorado a la derecha, haciendo al gobierno del PSOE-Sumar de centro, a Úrsula von der Leyen aceptable para la socialdemocracia europea y a Biden progresista. Unos tiempos donde el problema de la vivienda no son las necesidades de la gente sin techo, los altos alquileres, las ganancias de bancos con la subida de intereses ni las de los fondos buitres con la especulación, sino que un notas te okupe tu pisito mientras vas al súper. Una época donde el dinero se va a los bolsillos del 10% más rico, herederos de otros ricos, a las grandes compañías eléctricas, comercializadoras de alimentos y monopolios digitales, pero nos dicen que las ayuditas de 400-500 euros son las que hay que quitar. Unos años que muestran descaradamente a obreros del campo viviendo en plásticos, camareros con contratos a tiempo parcial echando más horas que un camarero, internas con una sola tarde libre a la semana y trabajadores cuyos ingresos caen por debajo de una línea de pobreza pero donde nos dicen que hay que incentivar a los parados limitando las ayudas sociales, frenar el aumento del salario mínimo y trabajar más. En Andalucía pasamos de querer amnistiar a quienes sacan enormes ganancias de pozos ilegales y la explotación laboral a multarlos por una cuarta de las subvenciones que vamos a regalarles. Malos tiempos para la lírica.

Por otra parte, la supuesta izquierda gobernante en Madrid ha obtenido unos resultados desastrosos en estos comicios. El PSG ha quedado en tercer lugar perdiendo un tercio de sus representantes, Sumar y Podemos no han obtenido escaño, ni de lejos. Dicen que la amnistía y los acuerdos con nacionalistas catalanes les ha pasado factura, pero al BNG no, teniendo un posicionamiento aún más claro a favor de la controvertida medida de gracias. También es cierto que las grandes cantidades de dinero en forma de programas europeos y subvenciones a uno y otro sector, además del freno al desempleo, a la temporalidad con las contrataciones indefinidas, al incremento de la inflación y la factura de la luz, así como tantas otras lindezas que nos muestran en los pocos medios que aún controlan un poquito, no ha sido suficiente. El miedo a la ultraderecha de julio no ha aparecido ahora y más bien es posible que el miedo a un bipartito o tripartito progresista ha movilizado al electorado conservador, que ha concentrado el voto en el PP gallego. En esta ocasión la baja abstención ha beneficiado a la derecha y no a la izquierda. Cuidado en Andalucía, que una vez fagocitado Ciudadanos y mermado Vox, puede suceder algo similar, con un PSOE-A y un Por Andalucía a la deriva, que no termina de encontrar su espacio de oposición y consolidarse como alternativa real al absolutismo de Moreno Bonilla.

¿Y Ana Pontón y el BNG? Aunque no han conseguido desbancar la mayoría absoluta feijoista, el apoyo electoral ha subido considerablemente y su representación parlamentaria le posiciona como una oposición fuerte a la espera de ocupar el Pazo de Raxoi (me suena de algo ese nombre) próximamente. Los analistas comentan que ha sido importante su implantación social, las acciones en los municipios, la capacidad de conectar con su gente y la defensa de los intereses de su país, Galiza. También hablan de la labor sindical que le posiciona en posturas claramente defensoras de la clase trabajadora. Centrarse durante la campaña en los asuntos galegos, a pesar de la corriente españolista, y abundar en los problemas y soluciones de las cuatro provincias le ha ayudado también. Ah y, por contra de lo que desean y difunden los medios hegemónicos (en presupuesto), ha roto el esquema bipartidista, que tanto nos dicen que vuelve. Hay alternativa al PSOE-Sumar y al PP-Vox, es el nacionalismo soberanista de izquierda, con identidad territorial, desde al defensa de lo propio (lengua, cultura, agenda,…) incluyente e internacionalista. De todos es conocido el apoyo del BNG al procès catala, su particpación en las elecciones europeas con Bildu y ERC en la coalición Ahora Repúblicas, la simpatía mutua y apoyo explícito de Adelante Andalucía. Nada de eso le ha restado votos y ha frenado su ascenso electoral. La alternativa soberanista de izquierdas es una realidad con futuro y credibilidad. Es la lección aprendida.

Mientras resistimos al envite del conservadurismo reaccionario reinante en estos tiempos, para el andalucismo con conciencia de pueblo se presenta un reto fundamental: llegar a cada pueblo, ciudad, comarca, fomentando la participación, recogiendo opiniones, sugerencias y propuestas, afinando sus programas para el lugar, presentando su proyecto de país, aunando voluntades. Blas Infante, en el lenguaje de su época, dijo “Andalucía es una nacionalidad, porque una común necesidad invita a todos sus hijos para luchar por una común redención”, entendida como transformación. Depende de nosotros y nosotras que este periodo sea más o menos largo y más o menos dañino: “La bandera andaluza, símbolo de esperanza y de paz que aquí hemos izado esta tarde, no nos traerá ni la paz ni la esperanza ni la libertad que anhelamos, si cada uno de nosotros no la lleva ya plenamente izada en su corazón”.

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