Un equipo de investigación de la Universidad Pablo de Olavide y el Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (IFAPA-Centro Agua del Pino) predice mediante el empleo datos proporcionados por un satélite el ciclo reproductivo de la chirla onubense para favorecer una pesca sostenible. Los científicos establecen así un método que relaciona la temperatura del agua y la fase del ciclo reproductivo de estas almejas para anticiparla dos meses antes de que ocurra. Los expertos proponen esta metodología para facilitar la aplicación de una pesca que asegure la supervivencia de la especie.

Los investigadores explican que la Chamelea gallina es una especie de molusco bivalvo -más comúnmente conocido como chirla- que habita en el fondo marino del Golfo de Cádiz. Normalmente, los mariscadores las capturan durante todo el año para el consumo humano, a excepción de los meses de mayo y junio, veda pesquera a la que se ciñen para permitir la reproducción de las chirlas y asegurar su supervivencia.

Sin embargo, la maduración sexual de la chirla onubense está influenciada por dos factores ambientales: la cantidad de alimento disponible en su entorno, las microalgas, y la temperatura del agua. Ambas cuestiones pueden variar de un año para otro, variando asimismo el ciclo reproductivo de estos moluscos. «Con el satélite empleado, hemos confirmado que si hay alimento y las condiciones térmicas acuáticas superan los 14 grados centígrados en una zona geográfica concreta, se inicia el ciclo reproductor y 60 días después se produce el desove», explica a la Fundación Descubre el investigador de IFAPA-Centro Agua del Pino, Óscar Moreno.

Hasta ahora, la principal norma que regía la captura de esta especie era la veda en los meses de mayo y junio y el tamaño. Según un informe del Instituto Oceanográfico Español (IOE), la medida de las chirlas onubenses debe superar los 25 milímetros para asegurar que puedan procrear, dado que el potencial reproductivo de las misma disminuye si es inferior y, en consecuencia, la actividad pesquera afectaría negativamente a la especie. Con este estudio, las autoridades pesqueras ahora disponen de otro recurso para establecer una época de veda más específica en el Golfo de Cádiz.

De este modo, asegurarían una pesca más sostenible, así como medidas de preservación para esta especie. «Es importante determinar el periodo concreto de procreación de estas almejas basándonos en una zona geográfica específica porque la actividad de los mariscadores puede perjudicar sus procesos biológicos y mermar la cantidad de moluscos que nacen cada año y en consecuencia el recurso disponible en los siguientes años», detalla la investigadora de la Universidad Pablo de Olavide Inés Martínez.

Influye la temperatura

En el artículo ‘A method to predict the reproductive cycle of the striped venus clam Chamelea gallina based on the influence of environmental factors: Application in its fishery management’ publicado en Fisheries Research, los dos expertos detallan el ciclo reproductor de la chirla onubense en tres fases. La primera abarca desde octubre hasta diciembre aproximadamente y es cuando las chirlas se encuentran en reposo sexual. A partir de enero se produce el periodo de maduración, en el que desarrollan gónadas -órganos reproductores- en un proceso denominado gametogénesis.

Finalmente, entre abril y agosto se produce el ciclo reproductor: las hembras liberan óvulos y los machos espermatozoides que quedan en suspensión en el agua, donde se produce la fecundación y nacen las primeras larvas.

Para realizar el estudio, los investigadores recogieron muestras de chirlas en el Golfo de Cádiz, donde se centró el estudio. Las abrieron en el laboratorio para determinar en qué fase de maduración sexual se encontraba la población y establecer así el periodo en el que se producía el desove, su relación con la temperatura del agua y con la cantidad de fitoplancton, microalgas que consumen, disponible en el medio natural. Para analizar la concentración de fitoplancton y la temperatura del agua, emplearon datos recogidos por satélite cada ocho días durante un año. «Esta metodología solo puede aplicarse en zonas concretas, dado que la temperatura varía en función del área geográfica. Sin embargo, es una herramienta de utilidad para establecer periodos que permitan capturar estas almejas tras reproducirse para preservar la especie», detalla Inés Martínez Pita.

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