Málaga. 6:30 de la mañana. En la estación Vialia convergen las únicas dos líneas existentes: una dirección Fuengirola y otra dirección Álora. En el andén hay preocupación porque el tren tendría que haber pasado hace diez minutos y aún no da señales. Nadie informa. El silencio de las vías y las conversaciones entre los que tienen que ir a trabajar y estudiar comparten tensión e incertidumbre. «Esto es un caos», cuenta Jorge, estudiante que tiene que recorrer la línea del Cercanías al completo para llegar a su facultad. La escena no es propia de esta provincia. Es propia de toda Andalucía, donde el Cercanías ya no es un servicio público fiable, sino «una ruleta rusa». Lo que debería ser uno de los pilares de la movilidad se ha convertido en uno de los mayores dolores de cabeza. Y nadie parece querer arreglarlo.

Una red insuficiente

Andalucía cuenta con ocho líneas de Cercanías: cinco en Sevilla, dos en Málaga y una en Cádiz. Cada cual con sus circunstancias, pero con el mismo denominador común: retrasos, estaciones deterioradas y una falta evidente de planificación. «Un día llegué a mi casa dos horas tarde porque ese día llovió mucho», denuncia Jorge. En el caso de la provincia malagueña, la línea de Fuengirola (C-1) tiene una frecuencia de 20 minutos por la afluencia de turistas que lleva en sus vagones. Mientras tanto, la línea de Álora (C-2) tiene un intervalo que los viajeros califican como «insuficiente», pues pasa un tren cada hora si es que no hay retrasos. «Lo peor son las horas puntas. (…) En Torremolinos, que es el centro del tramo de la línea C-1, ya no cabe ni un alfiler», destaca el estudiante malagueño que observa a diario cómo hay una saturación de viajeros para el número de trenes que existen.

Los que sí llegan a tiempo

Preguntarse quién debe asumir responsabilidades es un auténtico quebradero de cabeza. Renfe gestiona el servicio, pero es Adif quien controla la infraestructura ferroviaria. El Gobierno de España financia y gestiona el Cercanías a través de la cartera ministerial competente, pero la Junta de Andalucía también tiene competencias en movilidad. Entretanto, se van lanzando la pelota unos a otros, cambian los gobiernos y los trenes siguen sin llegar en hora. El Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible asegura que la inversión ha aumentado y están «trabajando para mejorar el servicio, pero hay mucho déficit acumulado». Desde San Telmo culpan directamente al Ejecutivo por «abandonar Andalucía». Mientras campañas políticas de transporte público y medio ambiente salen a la palestra incesantemente, los andaluces tienen que, paradójicamente, coger el coche para llegar a tiempo.

Andalucía pide paso

La falta de transporte fiable no constituye tan solo una molestia logística: es una forma de exclusión. Trabajadores, por llegar tarde de forma contínua, han tenido que dar explicaciones y han sufrido sanciones en muchas ocasiones. Para labores de servicios esenciales, el castigo es doble: que un profesional sanitario no pueda llegar a su puesto de trabajo tiene consecuencias más allá del hartazgo de los usuarios. La receta para quienes llevan años denunciando la situación es más inversión, descentralización de las competencias y una planificación de movilidad real. Ampliar la línea de Málaga a Marbella, crear un «anillo ferroviario» en Sevilla, reabrir líneas en Cádiz o conectar Almería, son algunas de las propuestas que están sobre la mesa pero siguen sin fecha de ejecución. La crisis del tren es síntoma de una región que, pese a su tamaño y peso económico, sigue teniendo servicios públicos de tercera.

Mientras tanto, cada mañana habrá quien se plante en la estación, con la esperanza de que ese día sí. Que llegue el tren, que no se cancele, que no se retrase o no haya esperas bajo la lluvia. Andalucía se levanta temprano y se acuesta tarde, empujando un sistema que no la acompaña. El Cercanías no puede ser un lujo. Hasta que no se comprenda eso, Andalucía seguirá esperando en el andén.

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