Casi todo el mundo tiene pesadillas recurrentes en algún punto de la vida: la desnudez repentina en el lugar más inusitado, la muerte de alguien cercano que te lleva a escribir a esa persona nada más levantarte para comprobar que no se han cumplido tus delirios oníricos, un incendio en casa, la caída por un precipicio o, quizá, la pérdida de un vuelo, un avión que se va y por algún absurdo despiste nuestro nos deja en tierra con mil compromisos que no podremos cumplir. 

En la vorágine del sueño, todo parece irremediable, como ese autobús que por mucho que lo esperas no llega o el DNI olvidado. Cuando te despiertas, te invade el alivio: pero si voy al aeropuerto en coche, pero si el DNI lo tengo bien guardadito en la cartera. Todo está bajo control.

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