Ver a una mujer artista encima de un escenario es un inmenso espectáculo. Se cuida al milímetro su presencia ahí arriba. ¿Cómo lleva el pelo?, ¿Qué tiene puesto?, ¿De qué marca es el conjunto?, ¿Y esos zapatos? Cuando termine, subirá a su perfil de Instagram las respectivas fotos con todos los detalles. Dará las gracias al personal de maquillaje, vestuario, iluminación y a todos los fans por el calor recibido. Cada paso que dé desde que aparezca será observado. Más le vale que la coreografía sea bien completa, que lleve detrás al mejor grupo de bailarines y sea suficientemente currada y sugerente… vayan a decir que ha sido un show pobre. Pero que no se pase tampoco de sugerente, pero que no se quede tampoco quieta.

Se vigilará su peso, mejor que no pierda ni gane en demasiado poco tiempo, porque si no tendrá que dar explicaciones: ¿Es que no se da cuenta del ejemplo que es para quienes la admiran?, ¿Será que tiene mal de amores? Ah, y que aguante bien el tipo con productores y demás jefes que les puedan brindar nuevas oportunidades. Sonrisa a las preguntas invasivas en las entrevistas, aunque resulten machistas o fuera de lugar, que salga del paso con estilo. Que no sea maleducada.

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