Cuántas veces nos hemos reunido un grupo de andalucistas y hemos dicho que no hay andalucismo sin soberanismo, que no hay andalucismo que no sea de izquierdas, que no tenga conciencia de clase. Para nosotros y nosotras están unidas intrínsecamente la conciencia de pueblo y la conciencia de clase. Los programas del socialismo, el comunismo, el anarquismo, las ideologías transformadoras, revolucionarias y progresistas, donde las haya, no podemos entenderlas sin tener como centro Andalucía. El andalucismo hace que Andalucía esté en el centro del debate, el enfoque, el análisis, en la totalidad de la vida cotidiana. Eso es etimológicamente el andalucismo.
Así se dice cuando añadimos el sufijo “ismo”. Para nosotros y nosotras no hay andalucismo sin anhelos de emancipación, de liberación como pueblo, la ruptura definitiva de las cadenas de la opresión, de la oligarquía, de los señoritos, de aquellos descendientes de los que vinieron a conquistarnos, aquellos cristianos viejos que vinieron a despojarnos de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestra lengua, de nuestra tierra y nuestra libertad. Tierra y libertad, gritamos, exigimos y anhelamos, porque para nosotros y nosotras el andalucismo quiere una capacidad de decisión plena, el autogobierno, la autonomía en el mayor sentido de la palabra, no sólo del estado español sino también de la unión europea y de toda estructura en la que podamos estar metidos.
Para nosotros y nosotras el andalucismo es internacionalista, haciéndose empático y solidario con todo movimiento de liberación de los pueblos sometidos, del pueblo palestino, del pueblo saharaui, de los pueblos latinoamericanos, de todo pueblo oprimido por el colonialismo y el imperialismo. Andalucismo soberanista, liberal, folklórico, estético, conservador, federalista, territorial, identitario, ecofemianarcoandalucismo,… ¿quiénes somos para dar etiquetas y medallas de andalucismo o para quitarlas? ¿acaso no son todos y todas andalucistas, si así se sienten, hayan nacido en un lugar u otro, si entiende, ama y siente esta tierra como propia?
Otra cosa es la cuestión electoral. Las fuerzas electoreras, como llamaba Blas Infante, funcionan de manera independiente a este sentir. ¿Había más andalucistas soberanistas en aquella época en la que el PSA consiguió varios diputados en el Congreso, en el Parlamento Andaluz y hasta en el Parlament Catalá? ¿Será que no hay andalucismo porque los partidos que se llaman andalucistas consiguen en las últimas elecciones autonómicas sólo dos parlamentarios con ese apellido? ¿Desapareció el andalucismo cuando no hubo ni una sola representación institucional en los poderes legislativos?
La correlación de fuerzas de las familias partidarias hace que en el programa, las candidaturas principales o los nominativos de las listas que se presentan a las contiendas electorales aparezca el “-Andalucía” y quienes nos llamamos soberanistas decimos que es por simple cálculo de votos, utilizando nuestra tierra como caladero de apoyos ocasionales para olvidarnos, pasado el plebiscito. Algunas entidades andalucistas se incorporan a confluencias y alianzas políticas, consiguiendo algunas veces (pocas) una cierta visibilidad. Otras se mantienen puras, apartadas, ortodoxas, y no consiguen representación, aunque se lleven presentando décadas. Ése es nuestro panorama actual: un andalucismo poco visible, manoseado por partidos, utilizado por intereses sectarios, pero sobreviviendo. Dinámico y vivo en mil formas y sentires, en su diversidad y heterogeneidad, con sus diferencias y miradas distintas.
Y llegará un momento en que, después de muchos intentos, uno tras otro, nos unamos con nuestras discrepancias y contrastes, pero con un único grito de quejío profundo, desgarrador, reivindicativo, de llamada y rebeldía: VIVA ANDALUCÍA LIBRE Y SOBERANA. BIBA ANDALUÇÍA LIBRE Y ÇOBERANA.

