“A ver, Rosario, pero deja hablar a los profesores, que no pueden avanzar”. Los profesores somos los dinamizadores del taller de “La prensa en andaluz” que fue impartido el 25 de octubre en el CEPER América, en Ramón y Cajal. Y Rosario… bueno, Rosario es todo un personaje en el mejor sentido de la palabra.

 

 

Rosario es una de las alumnas de las clases de alfabetización que Elvira, su profesora, les imparte dos días a la semana en el centro. “¿Y Elvira? ¿No viene?”, pregunta Pilar, compañera de pupitre de Rosario, antes de comenzar el taller. Pero Elvira sí viene y les explica en qué consiste hoy la clase: en un taller de alfabetización… mediática. Los alumnos, todas mujeres salvo dos, acogen la noticia con cierta confusión, aunque algunos se muestran entusiasmados. Entre ellos, Rosario, que comienza a relatar lo que le gusta ver en la tele y que en la radio sólo escucha música. Pilar, por su parte, cuenta que se ha levantado a las siete de la mañana y que al venir al taller ha dejado a Susana en la tele. Y Susana, a la que refiere así, con la confianza con la que podría hablar de una vecina, es Susana Griso.

 

 

 

 

 

 

 

 

El taller avanza a duras penas. Cada frase de los dinamizadores es contestada por Rosario con alguna opinión personal, algún apunte que no necesariamente tiene relación con aquello de lo que en ese momento se está hablando. Se diría que Rosario, como Umbral y su famoso libro, ha venido a hablar de sus cosas, siendo sus cosas una vida nada fácil en la que con doce años tuvo que trasladarse a Alemania, donde vivió durante treinta y dos años, trabajando en diversas fábricas de automoción. Incluso aprovecha para mostrar una cicatriz en su mano derecha, recuerdo imborrable de un accidente laboral del que la única pista que da es que lo sufrió a las cinco de la mañana.

No es la única confidencia personal que sale a relucir durante el taller. Su compañera Pilar confiesa emocionada que tuvo que enterrar a una hija con sólo treinta y siete años. Más atrás, Carmen se pregunta por qué, “si nos queda medio telediario, o como mucho uno entero”, las clases de alfabetización a las que acuden al Centro América se imparten sólo dos días a la semana en lugar de cinco, como pasa en los colegios.

Es difícil ordenar un debate que, en ocasiones, parece no tener una unidad temática común. Pero es en esos momentos cuando confirmas más que nunca la sensación que ya en los primeros talleres experimentaste como dinamizador: que quizá no estás ahí tanto para enseñar como para aprender; que tú les hablas y ellos te escuchan, pero que ellos también hablan porque a veces lo único que quieren es ser escuchados. ¿Aprender? Sí, por supuesto. Su interés por los temas que se tratan es enorme y así lo demuestran. Su afán por seguir aprendiendo, tengan la edad que tengan, es evidente. Sin embargo, también buscan ser oídos porque tienen muchas, muchísimas cosas que aportar… no ya al taller, sino a la propia vida. Y ése es probablemente el principal aspecto que hace de estos talleres algo grande.

Porque, y ahí volvemos a reconducir la temática del taller, “¿os sentís (siempre quieren ser tuteados) representados en los medios de comunicación?”. Respuesta clara: “No, ¡si sólo salimos en el programa de Juan y Medio!”. Por cierto, en todos estos talleres ha quedado demostrado que nadie sabe cómo se llama el programa de tarde que presenta Juan y Medio… “Las personas mayores sólo salís en los anuncios relacionados con las dentaduras postizas y con las pérdidas de orina”, dice Mar, y Pilar ríe con ganas ante la ocurrencia de mi compañera, mostrando con ello un gran sentido del humor.

Acaba el taller, los asistentes cumplimentan el cuestionario y Rosario, que no ha callado en ningún momento, es objeto de algunas críticas de sus compañeras, que nos piden volver otro día para profundizar en los contenidos tratados. Ella, sin embargo, ajena a todo, vuelve como Umbral a su libro. “De lo que nadie habla es de lo sucia que está Sevilla; yo es que lo veo desde mi balcón; viene un coche de ésos de limpieza, da dos vueltas y se va, y los limpiadores vienen cinco y trabajan dos; ¿eso cómo va a ser…?”.

 

Texto de Fernando Domínguez

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